Si la velocidad a la que se ha movido la sociedad en esta década nos parece muy rápida, nos vamos a quedas pasmados con lo que pasará en la siguiente. La llegada del Internet de las Cosas (IoT por su acrónimo en inglés) y la implantación masiva de la inteligencia artificial (IA) en miles de millones de objetos acelerará todos los procesos tecnológicos y sociales, mucho más de lo que podemos esperar, afectando a todos los sectores productivos.

En la última edición del World Economic Forum se han estudiado ocho grandes categorías donde va a incidir de manera más incisiva el cambio disruptivo: el empleo, la productividad, la tecnología, la empresa, la identidad, la desigualdad, la ética y la gobernanza.

Como dice el presidente de Corporate Excellence, Jaume Giró y director general de la Fundación Bancaria ‘La Caixa’, “de esto solo nos salva formar a ciudadanos más preparados con un tipo de educación con cuatro características principales, más allá de la memorística: pensamiento crítico; creatividad; competencias en habilidades comunicativas; y trabajo colaborativo”.

La competencia en comunicación nunca ha sido una prioridad para los gestores empresariales. Son una ínfima parte los Ceo y presidentes de compañías que se han formado en esa dinámica social. Se acostumbra a delegar esas competencias en el dircom. Y es en ese nuevo escenario donde los nuevos directores de comunicación deben constituirse en unos rigurosos profesionales de este campo, competentes, que sepan cómo ‘viene la mano’. Este juego de construcción de relaciones estables y provechosas con todos los stakeholders con los que se relaciona la entidad incluye: a) la construcción del relato; b) anticipar los escenarios posibles; c) alertar de los riesgos reputacionales; y d) comunicarlo lo mejor posible.

¿Cómo tiene que ser ese dircom en la próxima década? Debe dar siempre un poco más de lo que esperan de él. Para ello hay que formarse de manera permanente… y salir de los espacios de comodidad. Habrá que conocer cómo se comunican las máquinas y saber interactuar en ese tipo de lenguaje. El mapa de los stakeholders va a cambiar. Ahora nuestra entidad tiene relaciones con personas físicas, de alguna manera también con personas jurídicas; en los próximos años vamos a ver como se deberá interaccionar con personas robóticas.

El entorno tan cambiante que estar por entrar aumentará el campo de las incertidumbres. También para los dircom. Ello implica mayores riesgos. Normalmente nos movemos en un perímetro de trabajo controlado, el habitualmente definido. Sin embargo, el dircom se va a ver obligado a salir de ese entorno, sobrepasar ese perímetro, y arriesgarse. Ello implica dar más de lo que se espera de él, asumiendo que en ese proceso el nivel de errores puede aumentar.

El norte siempre ha de ser, desde la lealtad a la organización, contribuir a salvaguardar los objetivos de la entidad. Para ello hay que conocer cuál es el propósito de nuestra empresa, más allá de la rentabilidad necesaria para ser sostenible, y dirigir la comunicación del futuro en esa dirección, donde vamos a ver una multiplicación de la inteligencia gracias el aumento de la velocidad a la que cambia la tecnología y la implantación masiva de sistemas de machine learning.

Es una apuesta que, simplemente, no podemos dejar pasar. Su renuncia nos apartaría de los escenarios de decisión empresariales. Tanto le ha constado a los dircom llegar a sentarse en la mesa con los mayores que ahora no pueden permitirse abandonar.

Más información en:

https://www.corporateexcellence.org/recurso/mapa-de-tendecias—approaching-the-future-2019/0b8f93ce-4973-5fd4-feb4-ae77c3eb5b48

http://www.dircom.org/publicaciones/guia-de-herramientas

Dr. Joaquín Marqués
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