Actualmente crear una empresa no es tarea fácil. De hecho, nunca lo ha sido. Lograr reunir recursos financieros, humanos, tecnológicos, de producto, etc., y, además, añadir una propuesta de valor en el mercado es realmente difícil.

Está claro que lo complicado de todo este engranaje es el motor; el modelo de negocio.

¿Y cómo definimos esta propuesta de valor? La primera respuesta que se nos puede pasar por la cabeza escubriendo una necesidad del consumidor, es decir, ayudando a los demás. Se trata de montar un engranaje para cubrir una necesidad y, consecuentemente, obtener unos ingresos a partir de una actividad que realmente nos apasione, si puede ser.

A día de hoy las empresas que tienen éxito son las que se focalizan en esto, sin añadir líneas de negocio que distorsionen la propuesta de valor del negocio. Buscan consolidar la empresa.

En el momento que se pierde el hilo y diversificamos nuestra propuesta de valor podemos caer en el espantoso terreno del fracaso.

La filosofía de las empresas exitosas pasa por evolucionar constantemente la manera de cubrir las necesidades, aportar una mejor calidad al consumidor siempre adaptándose a él; el cliente manda.

Ejemplos de este modelo son Starbucks, Mercadona o McDonald’s. El último readaptó su color corporativo; del rojo al verde, o lo que es lo mismo, de la hamburguesa cero saludable a las ensaladas healthy que tan de moda están entre los actuales consumidores. El producto es circunstancial. Lo importante es el modelo, el engranaje de nuestra organización.

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